Con el
nacimiento de la Revolución Industrial, se inició también la fundación o
reestructuración de las ciudades. Éstas pasaron de ser asentamientos humanos
con casas y calles polvorientas a grandes metrópolis urbanizadas con edificios
de concreto, fábricas, calles asfaltadas y sobrepoblación. Este fenómeno trajo como resultado el
desplazamiento de la naturaleza, confinándola a espacios cada vez más
reducidos.
Con el
crecimiento tecnológico y urbano, llegó también el desarrollo de la medicina y
de otras ciencias, las cuales, además de mejorar nuestra vida diaria, han
permitido, también, aumentar los niveles de natalidad y la esperanza de vida de
los seres humanos del planeta. En pocas palabras, cada vez somos más humanos y
por ende, demandamos más espacio para nuestras ciudades.
Como hijo
de una ciudad caótica, me acostumbre a vivir con muy pocas especies animales
alrededor y las pocas existentes, eran muy tímidas al contacto con el hombre
(por sobradas razones, por cierto). Incluso en una ciudad como Caracas, cuyo
pulmón natural:(El Cerro Ávila), le permite tener una buena cantidad de aves y
otras especies animales, es algo fuera de lo común ver una iguana, una
serpiente o incluso una ardilla. Por esta razón se genera una mezcla de
sentimientos en personas citadinas como Yo al visitar zonas campestres con
mucha fauna, como por ejemplo Los Llanos en Venezuela.
Hace varios años, al visitar un hato ganadero en el Estado Cojedes, (Región llanera de Venezuela) me sorprendió ver la diversidad de animales silvestres, muchos de los cuales pasaban impávidos frente a mi presencia, cosa nada usual en Los Llanos, donde muchos de éstos forman parte del menú diario de sus pobladores. Luego de toparme con unos cuantos monos aulladores y venados, le pregunté a una de las propietarias de la hacienda acerca de esa “extraña conducta” en los animales. Ella me explicó que su padre en vida, prohibió la caza a los lugareños en sus tierras, pero si les permitió la pesca artesanal moderada. Esta acción del propietario del hato, consiguió, que en muy poco tiempo, se convirtieran sus tierras en algo más que un simple hato ganadero, en una reserva natural, donde humanos y naturaleza pueden vivir en perfecta armonía.
En el mundo existen muchos ejemplos de esta amable convivencia. Hay hoteles en
la Selva Amazónica y en África, instalados dentro de la selva y a la altura de
los árboles, integrando la naturaleza a sus instalaciones y a los animales a
sus atractivos turísticos. Pero eso son casos aislados, la verdad es que las
grandes ciudades siguen aferradas a su concepto urbanístico invasivo,
reduciendo los territorios de fauna silvestre. Pienso que debemos hacer hincapié
cada uno de nosotros en la tolerancia y la conservación, no sólo con nuestra
conducta hacia la naturaleza, sino también educando a las próximas generaciones.
Hay que enseñarles a los adultos del mañana, el importante rol dentro de
nuestro medio ambiente, de cada una de las especies, incluso las más
peligrosas. Conocer sus hábitos y respetar sus espacios, en pocas palabras:
"Vivir y dejar Vivir".
Al mudarme
a Florida, EE.UU, al igual que en mi experiencia anterior en el hato ganadero,
me llamó la atención la ausencia de temor por parte de ciertos animales como
las ardillas, patos y garzas. Éstos se han integrado a la rutina diaria de las
ciudades, desplazando a los animales comunes de las metrópolis (perros gatos y
palomas) los cuales están sumamente controlados por el Estado.
Es sumamente gracioso, ver a los patos seguir a las personas para pedirles comida y pasar transitadas avenidas como flamantes peatones, amparados por la ley ( se multa a quien les haga daño).
Quizás hayan alcanzado en este país, un nivel de convivencia y coexistencia, o
quizás sea un tipo compensación, como hicieron con las tribus de aborígenes de
Florida (Seminoles, Mickosukees, etc.) por haberles urbanizado sus pantanos
lagos y arroyos, no lo sé, sin embargo, lo que si me queda claro es que de
ahora en adelante, le diré a mis hijas cuando vacacionemos en Orlando, Florida,
que vamos a la casa de Mickey Mouse, dentro de las tierras del Pato
Donald y de su muy extensa familia.