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1 nov 2009

"Nuestra Esencia"

Cuando se visita una playa o vives cerca del mar, es indudable que se producen en el cuerpo y la mente varias sensaciones al observar a esta generosa, majestuosa, grandiosa y hermosa masa de agua.Las mismas van desde la relajación hasta la admiración, desde el amor hasta el miedo; pero el ser humano suele por instantes, olvidar la existencia de lo que se escapa a su vista, aunque sepa de su presencia, si no lo ve en el momento, lo olvida. Por ejemplo, en la antigüedad creían que el mundo era plano porque simplemente sus ojos no veían mas allá del horizonte, incluso combatían ferozmente a las personas que se atrevieran a contradecir esta teoría, debido a la comodidad innata por lo conocido (menos mal que existen siempre personas que se atreven a aventurarse a derrumbar paradigmas como Colón y Galileo, entre otros).

Es por eso que cuando uno observa el mar, simplemente se deleita con sus olas, con sus aguas como espejos del cielo, con su olor, su color y hasta con las aves que de él se alimentan, pero nunca esperamos que nosotros mismos seamos observados y hasta vigilados por los habitantes de esa otra dimensión, de ese otro mundo que yace bajo las salobres aguas se ese coloso.
Una vez estuve en las hermosas playas de la Riviera Maya en la Península de Yucatán, México, al atardecer aproveché para meditar, hacer un poco de introspección mientras las olas me acariciaban los pies y borraban mis pasos en la arena. De vez en cuando, hacía una pausa para captar con mi cámara algún detalle de tan paradisíaco escenario, de repente, me encontré un muelle de madera muy bonito y quise conocerlo, al andar por el entablado camino, observé el agua cristalina y de pronto emergió de allí un gran pez como de 30 cm de largo (un Pez Cerdo Azul), con un nadar sereno, se viró y me observó con una mirada penetrante que proyectaba paz, al ver esta rareza me sentí embelesado y alisté cámara para captar rápido el momento, debido a que es muy raro poder ver a un pez virarse de esa manera para observarte. Apreté el obturador sin ver incluso por el visor (por motivo de tiempo), razón por la cual el enfoque no fue el mejor, enseguida, el curioso pez que salió a observar quien estaba perturbando la paz de su vivienda (vivía debajo del muelle), se viró de nuevo y lentamente se ocultó. Me puse de rodillas y lo busqué debajo del muelle, pero fue inútil, él sabia como vigilarme sin que yo lo pudiera ver.
Impresionado todavía por la experiencia, seguí con mi curiosidad caminando por el entablado, atento ante cualquier novedad y tratando de encontrar dicho pez, porque sentía que me debía mejor toma, pero al final del muelle encontré a un grupo de turistas disfrutando de una interacción con otros peces, los cuales estaban tan adaptados a los hombres que además de pedirles comida (como si fueran palomas en una plaza), permitían el placer de nadar junto a ellos, razón por la cual no lo pensé dos veces y dejé mis pertenencias en buen resguardo, me agarré fuerte de una soga y me lancé al mar. La soga permitía que no me llevara la fuerte corriente, mientras estaba rodeado de estos habitantes del mar de apariencia multicolor, los cuales confundían los vellos de mi pecho con pequeños peces o lombrices y me provocaban cosquillas, mientras extasiado los observaba y hasta pude tocarlos.
Luego, al día siguiente, con un grupo de amigos decidimos salir de las confortables instalaciones del hotel y caminar un poco en los alrededores, entramos en una pequeña y humilde tienda de unos lugareños descendientes de la Cultura Maya, los cuales muy gentilmente nos recomendaron un parque con unas cuevas subterráneas que estaban muy cerca de ahí. Salimos en su búsqueda, no sin antes escuchar la historia de las mismas. Para la antigua civilización Maya estas cavernas inundadas por un río subterráneo eran sagradas, debido a que creían que en su interior yacía “El Inframundo” una suerte de infierno, de hecho, hacían rituales con sacrificios humanos y arrojaban cadáveres al fondo de los mismos, además de ofrendas para sus deidades.
Cenotes o en Maya: Ts'ono'ot, son una cadena de cavernas inundadas comunicadas entre sí subterráneamente que terminan en el Mar Caribe, ubicadas en la Península de Yucatán, México, es así su nombre y definición exacta. Actualmente son un atractivo turístico de la zona y sobre todo como parte de las instalaciones naturales de los principales parques temáticos de La Riviera Maya.
Luego de escuchar a nuestros guías improvisados, caminamos y llegamos al encuentro de estos cenotes, los cuales eran de uso público, y luego de tomar unas cuantas fotografías de sus espacios, sus juegos de luz, sus aguas verdes como esmeraldas, los agujeros en el techo de sus cuevas; me introduje por las profundidades de sus cámaras inundadas y atestadas de pequeños peces, llegué hasta donde el sol y mis pulmones me lo permitieron, pero pude sentir y constatar todo el misterio y la poderosa energía dentro de esas profundidades.
Luego al salir de lo más profundo, seguimos disfrutando de una suerte de piscina natural durante el resto del día, mientras algunos se lanzaban clavados, los peces nos rodeaban y hacían de las suyas con los vellos de nuestros cuerpos. Salimos del lugar complacidos con la experiencia y deseosos de repetirla.
Es tan importante tener un contacto directo con la naturaleza, los seres humanos creamos ciudades las cuales nos aíslan casi por completo de los “peligros“ del medio ambiente, pero a la vez no nos permiten crecer nutriéndonos de esa sana interacción. Busquemos este sano contacto, reconciliémonos con nuestro medio ambiente, no olvidemos de donde son nuestras raíces, de donde nace nuestra esencia.

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